El
hombre es por naturaleza un ser de adoración. Los hombres en todas partes
rinden homenaje a, o pagan respeto a, algún ser más grande. Nunca ha sido
encontrada una raza o tribu de hombres que no tuviera alguna clase de adoración. Los hombres innatamente parecen sentir la necesidad de adorar algo.
La
Biblia enseña que uno de los propósitos del hombre es la glorificación de Dios.
Pablo dijo: "Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro
espíritu..." (1 Cor. 6:19-20). Este esfuerzo en la parte del hombre por
glorificar a Dios es lo que queremos decir por adoración.
A
los hombres siempre les ha sido mandado a adorar. Esta adoración siempre ha
sido sacrificial. Abel ofreció sacrificio
animal acorde a la voluntad de Dios (Heb. 11:4).
A Abraham le fue ordenado ofrecer a su hijo,
Isaac, como sacrificio para Dios, aunque Dios detuvo su mano cuando vio a
Abraham temiéndole (Gén. 22:1-19).
Los Judíos, por orden divina,
ofrecieron sacrificios animales de muchas clases.
El Cristiano debe ofrecer
sacrificios espirituales (1 Pedro 2:5).
Debe presentar su cuerpo como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios
(Rom. 12:1-2).
De esta
manera vemos que la adoración en toda época, ha sido sacrificial.
Dios no siempre ha requerido los mismos sacrificios del hombre, pero en
toda dispensación ha requerido algunos actos de devoción de parte del hombre.
En
esta dispensación, como en toda otra, los actos de adoración ya están
especificados o no. Si Dios no hizo especificación en cuanto a cómo el hombre
debe adorar, entonces el hombre es libre de adorar en cualquier manera que vea
ajustada. Pero es la tesis de este esfuerzo que Dios ha especificado cómo
debería ser adorado. Si Dios ha dictado ciertas reglas de adoración, entonces
se vuelve la obligación del hombre adorar en armonía con estas estipulaciones.
Estudiemos entonces la Biblia para ver qué reglas Dios a dictado para la
adoración aceptable.
Un Objeto Bíblico. Aunque los
hombres siempre han adorado algo, no siempre han adorado a Dios. El objeto
divinamente especificado de adoración aceptable es el Dios TodoPoderoso.
Jesús enseñó: "Dios es
espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que
adoren" (Juan 4:24).
El apóstol Juan nos dice de su intención
de adorar a un ángel, pero el ángel se lo prohibió, diciendo:
"Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los
profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios"
(Apoc. 22:9).
A los
hombres les es mandado cantar con gracia en sus corazones "a Dios" y
a dar gracias a "Dios el Padre" (Col. 3:16-17). Pedro enseña que los
hombres deben "glorificar a Dios" en el nombre de Cristo (1 Ped.
4:16).
De esta
manera el objeto de adoración divinamente especificado es más de una vez dicho
que es Dios el Padre.
La
historia del esfuerzo del hombre por adorar revela que a menudo ha adorado
objetos de adoración no Bíblicos. Cuando
Pablo fue a la ciudad de Atenas a predicar, encontró que tenían muchos
"objetos" de adoración (Hechos 17:23). Algunos han dicho que eran tan
numerosos los ídolos en Atenas que era más fácil encontrar un dios que un Hombre.
La idolatría era un error muy prevaleciente
en el mundo antiguo, y sin embargo es aun un error prevaleciente.
Sin
embargo, la más grande amenaza para la aceptabilidad de la adoración con los
hombres hoy día, en cuanto el objeto de la adoración está concernido, no es el
peligro de entrar a un templo de ídolos. Tal cosa podría difícilmente ser
encontrada, al menos en este país. Pero los hombres podrían amar tanto al mundo
que las cosas del mundo se convertirían en ídolos para ellos (1 Juan 2:15-17).
El dios
de un hombre es simplemente la cosa más importante en el mundo para él. Pablo
enseña que la codicia (el deseo excesivo por las cosas) es idolatría (Col. 3:5;
Efe. 5:5).
Jesús enseñó, "No podéis
servir a Dios y a las riquezas" (Mat. 6:24). Muchos hombres hoy día doblan
sus rodillas delante del dios de este mundo, y le sirven a él antes que al
TodoPoderoso.
Otros
invalidan su adoración por volverse a los hombres antes que a Dios. Pero cuando
Cornelio "postrándose a los pies
(de Pedro), adoró." El apóstolle dijo, "Levántate, pues yo mismo
también soy hombre." (Hechos 10:25-26). La adoración no debe ser
suministrada al hombre.
Una
de las cosas equivocadas con un Cristiano perteneciente a la Logia Masónica es
el hecho de que tienen hombres a quienes los Cristianos están supuestos a
llamar
"El Más Grande Maestro Adorable,"
"Justo Adorable Señor Gran Custodio," etc.
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