
El Salmista afirma la misma realidad cuando exclama: «Detrás y delante me rodeaste, y sobre mí pusiste tu mano… ¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí allí tu estás. Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra» (Sal 139:5, 7-10), ¡Qué elocuente testimonio de que Dios lo rodea y penetra todo! El concepto matemático de espacios pluridimensionales (el nuestro tiene tres dimensiones) puede ayudarnos a contestar a la pregunta: ¿Dónde está Dios? El espacio de n dimensiones es sólo un subconjunto del espacio de (n+1) dimensiones. Por consiguiente, el espacio de cuatro dimensiones, por ejemplo, no puede caber en el espacio de tres dimensiones, pero lo penetra totalmente. La Biblia testifica de esta verdad cuando dice: «Pero, ¿es verdad que Dios morará sobre la tierra? He aquí que los cielos, los cielos de los cielos, no te pueden contener» (1 R 8:27).
¿Por qué no podemos ver a Dios? Adán y Eva, los primeros seres humanos creados por Dios, vivían en comunión con él, de modo que podían verle cara a cara. Por su caída, el hombre se separó de Dios. Es un Dios santo que odia todo pecado, por esta razón esa comunión original terminó. Dios «habita en luz inaccesible» (1 Ti 6:16); por eso no le volveremos a ver de nuevo hasta que después de la muerte entremos en la casa del Padre. Jesús es el único camino que conduce allí. «Nadie viene al Padre sino por mí» (Jn 14:6).
¿Por qué no podemos ver a Dios? Adán y Eva, los primeros seres humanos creados por Dios, vivían en comunión con él, de modo que podían verle cara a cara. Por su caída, el hombre se separó de Dios. Es un Dios santo que odia todo pecado, por esta razón esa comunión original terminó. Dios «habita en luz inaccesible» (1 Ti 6:16); por eso no le volveremos a ver de nuevo hasta que después de la muerte entremos en la casa del Padre. Jesús es el único camino que conduce allí. «Nadie viene al Padre sino por mí» (Jn 14:6).
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